La transición energética en las ciudades portuarias no depende sólo de los barcos, sino que la forma de construir y gestionar nuestros edificios desempeña un papel fundamental, como explica en este artículo Yann Usseglio, Director de Marketing de Acciona.
Los puertos y las ciudades portuarias pueden cumplir un papel central en la transición energética mundial, si concentran sus esfuerzos en la eliminación de las energías fósiles usadas en la calefacción y la climatización de las edificaciones. Expliquemos.
¿Qué se entiende por transición energética?
La transición energética puede ser un tema desconcertante, pues varían los ángulos de análisis en función de las personas e intereses involucrados, y por cuanto tiene mucho que ver con las tecnologías. Sin embargo, si nos concentramos en sus bases, todo se vuelve más nítido.
De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía, las energías fósiles, es decir los productos petrolíferos, el gas y el carbón, representaban 81% del consumo de energía primaria mundial en 2017. Sin embargo, se admite hoy en día que las emisiones de gases de efecto invernadero, junto a la combustión de estas energías fósiles, son las responsables del calentamiento global. En la Conferencia sobre el Clima de París de 2015, 195 Estados concordaron en la necesidad de limitar el calentamiento global a +2°C con relación a la era preindustrial, e incluso de tener como objetivo +1,5°C.
Para alcanzar este objetivo, es entonces necesario reducir de forma drástica el consumo de energías fósiles. De eso se trata la transición energética. Por ejemplo, la ambición de Francia es alcanzar el balance cero en emisiones de carbono antes de 2050, lo que deberá traducirse por dividir por seis las emisiones de gases de efecto invernadero entre 2015 y 2050.
¿Qué uso se debe reducir de forma prioritaria?
Puesto que las energías fósiles se encuentran prácticamente en todas partes, y que nos enfrentamos a un desafío mayor que requiere ambición y rapidez de acción, se trata de concentrar los esfuerzos donde los resultados serán más importantes y rápidos.
Tomemos el ejemplo de Francia, cuyo perfil de consumos se parece al de muchos países vecinos. Los sectores del transporte y de la construcción representan respectivamente 32% y 46% de los consumos energéticos del país, totalizando entonces 78%. Cualquier iniciativa ambiciosa y eficiente debe por lo tanto contar con acciones significativas en ambos sectores.
Actuar con relación a las edificaciones, un desafío estratégico
Puesto que el sector de la construcción representa, tan sólo él, cerca de 50% del consumo nacional de energía, es la prioridad máxima en términos de transición energética. Y más precisamente la renovación del parque de edificios existentes. Es la razón por la cual Francia ha implementado el Decreto Eco Energía Terciaria, cuyo objetivo es llevar a todos los dueños y usuarios de edificios terciarios de más de 1.000 m² a lo largo de un proceso de reducción de consumo energético de 40% de aquí a 2030, de 50% de aquí a 2040 y de 60% de aquí a 2050 con relación a un año de referencia que no puede ser anterior a 2010. Y las ciudades cumplen un papel motor con relación a su propio patrimonio y los proyectos de renovación que se implementan en su propio territorio.
La especificidad del sector de la construcción es que tiene una ambivalencia que no ha terminado de resolver. El problema energético de las edificaciones ha sido perfectamente identificado: cerca de 70% del consumo energético sirve para calefaccionarlas y climatizarlas. Reducir el consumo energético térmico y eliminar las energías fósiles son acciones que deben ser implementadas de forma prioritaria. No obstante, la masificación de la renovación térmica de las edificaciones que tanto nos interesa a todos, aún no ocurre. El Alto Consejo para el Clima no se equivoca, puesto que señala en la página 52 de su informe anual de 2020 la responsabilidad del sector de la construcción con relación al atraso que muestra Francia en cuanto a sus objetivos climáticos, con una tasa de renovación energética eficiente de cerca de tan sólo 0,2% al año.
Pero hay una buena noticia. Las tecnologías que permiten reducir drásticamente los consumos energéticos y las emisiones de gases de efecto invernadero ya existen. No es necesario contar con una solución tecnológica providencial. Sin embargo, el verdadero desafío reside en el costo y el financiamiento. Especialmente, debido a que el aislamiento de las edificaciones es actualmente la solución privilegiada, a pesar de su precio elevado.
Almacenamiento térmico y digitalización – Las claves de un cambio de paradigma
Se asocia frecuentemente el desarrollo de las energías renovables a la idea de un despliegue importante de las capacidades de almacenamiento, para paliar su intermitencia. Típicamente, pensamos en el ciclo de noche y día para la electricidad. Pero ¿no se trataría de un problema mucho más presente al hablar de energía térmica? En efecto, es durante la primavera y el verano que la energía renovable, especialmente la energía solar, se encuentra más presente para proveer el calor que necesitaríamos… en invierno. Al contrario, el frío del invierno nos sería bien útil para climatizar durante el verano. Nos damos fácilmente cuenta de que un almacenamiento interestacional sería la clave para poder masificar el uso de las energías renovables térmicas, y entonces descarbonizar drásticamente las edificaciones.
Sin embargo, esta solución ya existe y es muy pragmática. Se trata de utilizar el subsuelo como una batería térmica: es el almacenamiento geotérmico. En efecto, mientras que todo el mundo ha parecido hoy darse cuenta de que es astuto, ecológico y rentable utilizar la energía del sol o del viento para producir energía eléctrica, un raciocinio parecido puede ser aplicado con relación al subsuelo que es, a fin de cuentas, una enorme batería para almacenar energía térmica renovable de forma confiable, desde hace 4.500 millones de años.
Concretamente, es posible recuperar el calor que pierden habitualmente los climatizadores, y la energía solar durante la primavera y el verano, e intercambiar este calor con un líquido que lo transportaría a través de sondas verticales excavadas en hasta 200 metros de profundidad y almacenarlo, con un rendimiento cercano al 100%, en el subsuelo cuya temperatura sólo subirá de algunos grados localmente. Durante el invierno, este calor será utilizado para calefaccionar los edificios, permitiendo entonces reducir en hasta 70% el consumo energético destinado a la calefacción. Un razonamiento inverso puede ser aplicado para la climatización. Agréguele a esto una buena dosis de Inteligencia Artificial para la concepción y la explotación predictiva, tal como lo hace Accenta, y obtenga la solución más eficaz desde el punto de vista energético, medioambiental y económico, en comparación con todas las otras alternativas existentes en el mercado. Además, esto permite reducir los consumos energéticos y las emisiones de carbono hasta dos veces más que recurriendo al aislamiento, por un costo hasta 5 veces menor. Desarrollar el almacenamiento geotérmico de forma masiva es entonces darse la oportunidad de alcanzar las ambiciones del Decreto Terciario al mejor costo, ya que la tecnología es confiable y competitiva.
Pero «descarbonizar» la producción de energía térmica no es el único objetivo. En efecto, todos lo notamos en el día a día: se desperdicia demasiado la energía. Esto quiere decir que antes de transformar todo, ya es posible garantizar un mismo servicio consumiendo mucho menos energía. Para esto, hay que ofrecer energía en una cantidad correcta, en el momento indicado. Es el propósito del Decreto Building Automation and Control Systems que estipula la obligatoriedad, para el 1ero de enero de 2025, de los sistemas de Gestión Técnica de la Edificación para todos los edificios (según ciertas condiciones), con el fin de pilotar y regular los sistemas energéticos de calefacción y de climatización en particular. Estos sistemas existen desde hace cerca de treinta años, pero las nuevas arquitecturas -tal como la que ha sido desarrollada por Accenta- que se basan en la digitalización y el uso de una inteligencia predictiva, hacen de estos dispositivos el verdadero cerebro energético del edificio, y ofrecen perspectivas inéditas en términos de performance energética.
El papel clave de las ciudades portuarias
«El mar une las regiones que separa». Esta frase del poeta inglés Alexander Pope simboliza maravillosamente el lugar destacado que tiene el mar y aquellos que la hacen ser lo que es. La esencia de los puertos y de las ciudades portuarias siempre ha estado en el mirar hacia el horizonte, lo que simboliza la descubierta y la audacia, pero también, al final del camino, la alteridad que permite encontrar. Me preguntarán ¿qué tiene que ver esto con la transición energética? ¡Justamente, tiene absolutamente todo que ver!
Por definición, las ciudades portuarias se encuentran abiertas al mundo y en relación unas con otras, especialmente a través de la AIVP. Más que otras, tienen la capacidad de identificar las mejores soluciones en cada rincón del mundo y ser proactivas en la aplicación de la reglamentación con el fin de acelerar la transición energética que necesitamos. Basta pensar que, en Francia, cerca de 10% de la población vive en ciudades portuarias (más aún si se consideran las áreas metropolitanas). Al adueñarse del tema, pueden, por capilaridad, irrigar el mundo con ideas e innovaciones, tal como lo han hecho a lo largo de los siglos.
Cover Photo: Port of Brussels