La situación de crisis sanitaria mundial debido a la pandemia de COVID-19 habrá mostrado la interdependencia, la complejidad y también la vulnerabilidad de nuestras sociedades híper-industriales. En este contexto tan particular que afectó a todos los continentes, esto habrá presentado la ventaja de realzar dos aspectos de los territorios industriales y portuarios. En primer lugar, el hecho de que, en una economía globalizada, estas plazas portuarias son elementos clave de la continuidad del abastecimiento de flujos de materias y de energías necesarios para el funcionamiento de nuestras sociedades (90% de los flujos de mercancías transitan por vía marítima a una escala internacional). Por otro lado, si bien el contexto de la crisis sanitaria afectó también a las industrias establecidas en estas plazas portuarias y les impuso periodos difíciles en modo degradado, estas mismas han sabido adaptarse y producir por ejemplo el oxígeno destinado a las necesidades especiales del sector médico, o también, gestionar y valorar sin discontinuidad nuestros desechos (desperdicios domésticos, residuos peligrosos, etc.).
El territorio Ciudad Puerto, un espacio estratégico para concretar la economía circular
En este mundo que caracterizamos siempre como uno en constante transición, las plazas industriales-portuarias deben confrontarse a enormes desafíos de renovación y adaptación. Renovación de las prácticas, de las percepciones, de las ambiciones, de las formas de cooperación global y local, etc. Varios trabajos, en particular aquellos que la AIVP ha estado realizando desde hace más de 10 años, han permitido poner en evidencia que la mayoría de las plazas industriales-portuarias a escala internacional se encuentran hoy sensibilizadas o comprometidas ante los desafíos de transición energética y ecológica, y se interesan activamente por la economía circular.
No obstante, la ecuación de base no es simple. Estos territorios deben efectivamente hacer coexistir tanto espacios antropizados, como urbanizados, industrializados, portuarios, a veces agrícolas, y espacios naturales con una enorme riqueza en términos de biodiversidad puesto que se encuentran frecuentemente en zonas litorales o de estuario. Entonces, ¿cómo conciliar, de forma equilibrada y anticipada, políticas de ordenación y de desarrollo a largo plazo de estas actividades industriales-portuarias, creadoras de empleos y de riquezas, y al mismo tiempo, limitar los impactos en el medio, ya sea en términos de consumo de espacios y de recursos naturales, o en términos de desechos (atmosféricos, efluentes, desechos sólidos). Las industrias lo han comprendido y deben, hoy y siempre, ser cada vez más eficientes y ecológicas, so pena de “salir del juego” y confrontarse a un desinterés de las jóvenes metalurgia, petroquímica, áridos, etc.) y de infraestructuras logísticas densas y complementares (ferroviario, carreteras, fluvial, marítimo, pipeline), son laboratorios privilegiados para la implementación de simbiosis industriales, bajo la forma de un entramado complejo, denso y diverso, de intercambios de flujos, de utilidades o servicios. Algunos de estos territorios se adueñan hoy de la ecología industrial y de la economía circular como verdaderas estrategias de diferenciación que les permiten construir ventajas comparativas a escala nacional e internacional. Sin embargo, ya sea en Róterdam, en Marsella o en Ulsan, estas estrategias deben articularse con la naturaleza misma de los espacios, en tensión permanente entre “sistema territorio” localizado y “sistema mundo” globalizado. Los actuales proyectos en torno al CO2 y de forma más global relativos a la descarbonización ilustran estas dos visiones, entre un enfoque “globalizante” que se centra en estructurar soluciones a una escala internacional (grandes zonas de almacenamiento off-shore alimentadas por hub de masificación de CO2 posicionados en los territorios portuarios) y un enfoque más «territorializado» que tiene como objetivo encontrar soluciones locales de reutilización y de revaloración de los flujos de CO2 dentro del tejido industrial y agrícola. Estos dos enfoques se complementan, y forman parte de ambiciosos proyectos de descarbonización. Posicionan nuevamente el espacio industrial-portuario como nudo estratégico en la interfaz entre una circulación de los flujos a una escala global, y una gestión optimizada de los recursos (coproductos industriales y agrícolas, energías de recuperación) a una escala local.
Oportunidades por aprovechar
A una escala internacional, el estudio de un gran número de iniciativas de economía circular y de ecología industrial implementadas en estos espacios portuarios lleva a diversas enseñanzas y muestra que abordan distintas acepciones, todas basadas al menos en la instauración de sinergias entre los actores a través de la realización de ciclos de revaloración de los flujos de materias y de energía. Pero hoy, estas dinámicas implican también temas relativos al atractivo, a la innovación y a la interfaz con las partes involucradas locales, en particular en cuanto a temas de aceptabilidad. Se diversifican en distintas escalas espaciales, desde el enfoque “plataforma” fuertemente localizado hasta el enfoque “red” que puede llevar a distintos territorios a interactuar. La implementación de estas estrategias de economía circular y de ecología industrial es una oportunidad y una palanca para la resiliencia y el futuro de los territorios industrial-portuarios, ya que más allá de generar nuevas formas de cooperación técnica y organizacional entre actores socioeconómicos, valoran también la diversidad de los know-how y de las competencias, dentro de los territorios. Si bien son de alcance estratégico, estas iniciativas siguen estando principalmente basadas en lo operacional, y en la implementación de proyectos concretos (sistemas de vapor, demostradores de la transición energética, ciclos de revaloración de coproductos industriales, etc.). En algunos casos, pueden llegar a cuestionar nuestra relación con el recurso, el papel de los actores o las necesidades de evolución de las infraestructuras portuarias. Estas dinámicas acompañan y prefiguran también las grandes transformaciones del tejido industrial presente en estos territorios, que ha estado durante mucho tiempo basado en el modelo de la industria “pies en el agua”, fundada en una lógica de transferencia masiva de flujos de materia/energía a escala internacional. Por consecuente, estas dinámicas también contribuyen para redefinir los modelos de negocios y de equilibrio de las autoridades portuarias, que todavía dependen frecuentemente del alquiler de terrenos y de los derechos portuarios, y, por lo tanto, también de las cantidades en masa, de los flujos de graneles, tanto líquidos como sólidos, que allí transitan.
Explicar estas transiciones en curso y construir en conjunto futuras trayectorias
El compromiso n°2 de la agenda AIVP 2030 estipula que esta economía circular aplicada al ámbito industrial-portuario debe ser la ocasión para favorecer encuentros y nuevas colaboraciones entre la Ciudad, el Puerto, las Empresas, y también los Ciudadanos. En efecto, una cosa es identificar e implementar pistas de sinergias concretas entre los actores socioeconómicos, que contribuyen para una gestión más eficiente de los recursos. Otra cosa, es saber vulgarizar y explicar su funcionamiento para la gran mayoría, ya sea para con los asalariados de las empresas involucradas, las asociaciones de protección del medioambiente, o los habitantes ribereños que viven en estos territorios. Explicar estas iniciativas y ejecuciones en términos que sean accesibles para todos, es un enorme desafío que se descuida demasiado a menudo. Sin embargo, esto claramente contribuiría para valorar las iniciativas y “reencantar” de alguna forma la cultura industrial que se debilita progresivamente en estos territorios, reestablecer lazos de conocimientos y confianza recíproca entre las partes involucradas, necesarios para el acompañamiento y la aceptabilidad de estas grandes transformaciones en curso y futuras en estas plazas industriales portuarias. Finalmente, este acto de compartir debe permitir construir en conjunto perspectivas compartidas, incluso una narrativa común, con relación al futuro de estos territorios que siempre han sido, y siempre serán, nudos estratégicos para las naciones con acceso al mar.