Los territorios de las ciudades portuarias están en primera línea de la adaptación al cambio climático. En este artículo, el profesor Austin Becker presenta brevemente los retos y cómo será necesario combinar diferentes enfoques para aumentar la resiliencia de estas regiones costeras.
Es posible que el cambio climático sea el mayor desafío medioambiental que haya enfrentado nunca la sociedad global. En su compromiso de ser parte de la solución, la AIVP se unió a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. El primero de los diez compromisos de la AIVP es la “adaptación al cambio climático”, y los puertos y las ciudades deben trabajar en conjunto para adelantarse a las consecuencias del cambio climático en las ciudades portuarias marítimas y fluviales. Las comunidades costeras de todo el mundo se enfrentan a una confluencia de amenazas que van desde el aumento en el nivel del mar y la intensificación de las tormentas a los eventos extremos de precipitación, sin mencionar la infinidad de otros asuntos asociados al clima. La superación de este desafío requiere de una doble estrategia: por un lado, debemos hacer todo lo posible por reducir (e incluso, revertir) las emisiones globales con objeto de desacelerar o detener la tendencia al calentamiento, y por el otro, es necesario tomar medidas proactivas y agresivas de adaptación a las nuevas condiciones que, según lo sugiere la ciencia, tendrán lugar durante las próximas décadas. Como participantes cruciales de la sociedad global, el transporte marítimo y los puertos deben mantenerse en la primera línea de ambas estrategias. Pero los puertos y el transporte no lo lograrán solos: para propiciar las soluciones, deben asociarse con sus comunidades anfitrionas y con las demás partes interesadas.
Desde la escala local a la escala global, la sociedad depende del transporte marítimo para que la vida sea tal como la conocemos. Más de 3000 puertos en todo el mundo sirven como punto de transferencia para los productos energéticos (carbón, petróleo y gas), los productos manufacturados y las materias primas. Estos abarcan desde los puertos de contenedores masivos (por ejemplo, el de Róterdam), a los pequeños puertos nicho que dan servicios a un único tipo de carga (por ejemplo, petróleo, carbón, granos, o pesca). Los buques trasladan materias primas y productos manufacturados por las vías navegables de todo el mundo, aportando empleo y mejoras en la calidad de vida. Sin el comercio marítimo, la economía global se detendría por completo. De hecho, las ciudades han crecido y prosperado gracias a los puertos que albergan, desarrollando su infraestructura hacia el exterior y beneficiándose de mil maneras diferentes a partir del puerto marítimo. Los puertos, y sus ciudades, disfrutan de las ventajas económicas de sus ubicaciones, pero desde una perspectiva ecológica estas zonas estuarinas tienden también a ser cruciales. Un “estuario”, que se define como la desembocadura de un río, donde las aguas fluviales se reúnen con la marea, ofrecen una gran productividad para buena parte de la vida marina. Es por ello que, por el bien de la autopreservación, así como para un bien más universal, los puertos y sus comunidades anfitrionas deben dirigir sus recursos hacia la comprensión y la elaboración de estrategias para abordar estas nuevas realidades medioambientales.
Como participantes importantes de la economía del carbón, los puertos deben establecer prioridades para las nuevas tecnologías e implementar políticas con visión de futuro que conduzcan a una disminución de las emisiones, lo que también se señala en el segundo objetivo de la Agenda de la AIVP en relación con la transición energética. Una flota mundial de más de 50 000 buques comerciales ya genera menos emisiones de gases de efecto invernadero por unidad transportada que las modalidades terrestre y aéreas. Sin embargo, las emisiones de la industria marítima contribuyen de manera importante al calentamiento global, siendo el transporte marítimo responsable de entre el 1,5 y el 3 % del total de emisiones globales de CO2. Para abordar este asunto, los puertos y los transportistas han dado inicio a programas que buscan reducir sus efectos sobre el calentamiento global. La World Ports Climate Initiative (WPCI) ayuda a los puertos por medio de la demostración de proyectos que reducen las emisiones de gas de efecto invernadero y mejoran la calidad del aire. Por ejemplo, la WPCI creó un nuevo programa llamado Índice Ambiental de Buques. Este índice presenta un incentivo para que las empresas de transporte marítimo reduzcan el impacto de sus buques y obtengan el derecho a reclamar para sí un alto nivel de responsabilidad medioambiental y de navegar bajo el pabellón de “buque limpio”. Las operaciones de las terminales, también, generan elementos contaminantes y los nuevos reglamentos están exigiendo que los puertos modernicen sus equipos. La estrategia de “motores apagados” por ejemplo, permite que los buques utilicen electricidad suministrada por la red terrestre en lugar de los generadores de a bordo, lo que da como resultado una baja en las emisiones del puerto y la oportunidad de utilizar energías más limpias de la red local.
Por otro lado, los puertos deben considerar sus propias metas como empresas, sus comunidades anfitrionas, y la función que desempeñan en el comercio mundial, además de tomar medidas para aumentar su propia resiliencia. El aumento en el nivel del mar inundará en forma crónica algunos puertos de baja altitud durante los ciclos regulares de las mareas y los niveles más altos de marejada ciclónica ocasionarán eventos extremos más episódicos. En algunos puertos, el aumento en el nivel del mar reducirá también el calado aéreo, o el espacio libre bajo los puentes, y provocará otros problemas para la infraestructura interdependiente como las ferrovías, los sistemas de tubería y los puentes. Los puertos de los países en vías de desarrollo tendrán distintas opciones y desafíos que aquellos de las naciones desarrolladas. Los puertos ubicados en estuarios, que se prestan para la reproducción de la vida marina, tendrán una responsabilidad aún mayor con respecto a proteger las aguas de la costa. La elevación de los espacios, la construcción de diques o el traslado total del puerto son algunas de las medidas más drásticas que habrá que considerar. Algunos puertos y sus ciudades anfitrionas ya han comenzado a tomar medidas para aumentar su resiliencia, pero su implementación demanda una inversión importante. En algunos puertos, como el de Róterdam, lograr una resistencia a las inundaciones implica la construcción de defensas tales como barreras y compuertas. Pero existe también la posibilidad de “construir con la naturaleza”, lo que permite un margen para las marismas y bordes costeros. Por último, también notamos casos en los que se combinan ambos enfoques, como en San Diego.
A medida que en el mundo aumenta la población, lo que ocurre especialmente en las ciudades y las zonas costeras, y a medida que las naciones se esfuerzan por mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, también se expande el transporte internacional. Los actuales pronósticos prevén la duplicación del transporte de carga para 2040. Las complejidades tanto de la adaptación como de la mitigación exigen que la comunidad científica, las instancias normativas y las autoridades portuarias trabajen junto a las demás partes interesadas en la búsqueda de soluciones sostenibles en lo financiero considerando también los temas medioambientales y sociales. Para volvernos más resilientes a los efectos del cambio climático y para desempeñar un papel en mitigar la aceleración del cambio climático, es necesario que los responsables de la toma de decisiones en los puertos implementen nuevas estrategias que abarquen desde las políticas (por ejemplo, la modificación de las normas de edificación), al diseño (por ejemplo, creación de nuevas estructuras de protección), hasta las prácticas (por ejemplo, realizar simulacros de emergencias o instalar sistemas de alerta).