Tras el webinar del 18 de junio de 2020 sobre el retorno de la actividad de los cruceros en nuestras ciudades portuarias post-covid, el Dr. Pedro Marín Cots, Director del Observatorio del Medio Ambiente Urbano de la ciudad de Málaga (España) aporta su punto de vista sobre el tema. En su característico estilo directo, piensa claramente que no es posible que vuelvan, sobre todo siguiendo el mismo modelo económico y turístico de antes del Covid-19. En su artículo, plantea varias cuestiones relativas a la capacidad de adaptación real y hace hincapié en que el verdadero desafío es el cambio climático, que no debemos distraernos de él. Esta es, en efecto, una oportunidad para acelerar los cambios necesarios hacia nuevas formas de comportamiento económico y cultural.
Dr. Pedro Marín Cots, director del OMAU, Ayuntamiento de Málaga
Después del webinar del 18 de junio en el que Livorno, Bourdeaux y Tánger Ville mostraron de manera transparente cual es la situación del turismo de cruceros, cabria responder a la pregunta que planteo José Sánchez en al articulo introductorio del seminario de forma negativa. No, no estamos preparados para volver, por lo menos de la forma que hemos conocido esta actividad economía y turística.
No solo los puertos arriba mencionados en los que en estos momentos los ciudadanos empiezan a recuperar la nueva normalidad después del confinamiento (en el caso de Tánger con toque de queda adicional), si no en general todos los puertos europeos y de otros continentes tienen la actividad cruceristica paralizada.
En la ciudad de Málaga los estrictos protocolos de seguridad sanitaria impiden el estacionamiento de cruceros, al margen de que la practica totalidad de las navieras han suspendido la actividad. Únicamente el crucero Sovereign de la naviera Pulmantur estuvo anclado en el puerto con su tripulación durante los dos meses más duros del confinamiento, y la población de Málaga lo recordara ya que a las ocho de la tarde hacia sonar su sirena como homenaje a los profesionales sanitarios.
Si se vislumbra, aunque con fecha desconocida, el impulso de actividades crucerísticas es básicamente para la población nacional de cada país, de barcos medios o minicruceros con rutas o recorridos muy estructurados, y medidas de seguridad a la fuerza incomodas como ocurre en los aeropuertos.
La normativas estatales o comunitarias están desarrolladas a nivel general, pero deberán adaptarse a una realidad que es la necesidad de vivir con el Covid-19 hasta que se encuentre un tratamiento efectivo. Sin embargo, pese a las medidas que se establezcan, la incertidumbre no deja de ser grande, y la fragilidad del sector evidente. ¿Que pasa en el caso de que un pasajero enferme? ¿Todo el pasaje se queda en cuarentena como esta ocurriendo en los rebrotes que se están produciendo en Alemania, Italia o Portugal?
Como era de esperar, las cuestiones ambientales o climáticas relacionadas con las Agendas Portuarias han pasado a un segundo plano, como en el resto de la actividad económica, cuando en realidad la pandemia actual tiene una estrecha relación con las consecuencias del calentamiento global.
Europa se creía invulnerable a los virus que desde comienzo del siglo estaban afectando de manera importante a otros continentes, algunos de los cuales tenían la cepa común Sars-Cov, pero como señalan los panelistas del IPPC de Naciones Unidas el aumento de las temperaturas conlleva el traslado de microbios y virus a través de especies animales que antes no llegaban a Europa. Con ello enfermedades propias del trópico como el dengue o la malaria, por ejemplo, pueden tener acomodo en la confortable Europa occidental, por no señalar situaciones que antes eran distopicas como la posible apertura de enfermedades ya desconocidas situadas en el pernofrost siberiano o ártico.
La ola de calor, que ya en los primeros años 2000 causaron las muertes inesperadas a miles de personas en Francia y Alemania, o situaciones de lluvias torrenciales e inundaciones fluviales y marítimas van a estar cada día más presentes. No, seria un trágico error posponer con la excusa de la recuperación económica y el empleo las cuestiones vinculadas a la emergencia climática. Solo la ignorancia, la demagogia o los intereses abiertamente egoístas de consorcios financieros, que tienen un fuerte reflejo en la clase política, pueden agitar el fantasma de recuperación económica versus medio ambiente. La economía del futuro que es el presente será verde o no será. El Covid-19 es también una oportunidad para adentrarnos con mayor rapidez y energía en nuevas formas de comportamiento económico y cultural.
En este sentido, también el turismo, en cualquier tipo de transporte, debería reflexionar y recuperar el sentido cultural y de conocimiento que tuvo en su origen cuando las personas que conocían otros países y costumbres eran viajeros. El turista actual es en muchas ocasiones la negación del viajero ilustrado.
¿Es posible conocer una ciudad o un territorio en una escala de horas? ¿Vale la pena generar el consumo energético tan vasto y las emisiones de CO2 tan importantes en la actividad turística cómo se ha hecho globalmente en las últimas décadas?
¿El mercantilismo del consumo que señalaba Walter Benjamin tiene que ser todavía nuestra moneda de cambio? El Covid-19 nos ha enseñado que podemos llevar una forma de vida menos consumista, más tranquila, recuperando sensaciones de la ciudad amable, de proximidad, que ya habíamos casi olvidado.